Julio Cortázar ― “El Encubridor”
Ese que sale de su país porque tiene miedo,
no sabe de que,
miedo del queso con ratón,
de la cuerda entre los locos,
de la espuma en la sopa.
Entonces quiere cambiarse como una figurita,
el pelo que antes se alambraba
con gomina y espejo lo suelta en jopo,
se abre la camisa, muda de costumbres,
de vino, de idioma.
Se da cuenta, infeliz, que va tirando mejor,
y duerme a pata ancha.
Hasta de estilo cambia,
y tiene amigos que no saben su historia provinciana,
ridícula y casera.
A ratos se pregunta como pudo esperar
todo ese tiempo
para salirse del río sin orillas,
de los cuellos garrote,
de los domingos, lunes, martes, miércoles y jueves.
A fojas uno, si, pero cuidado:
un mismo espejo es todos los espejos,
y el pasaporte dice que naciste y que eres
y cutis color blanco, nariz de dorso recto,
Buenos Aires, septiembre.
Aparte que no olvida,
porque es arte de pocos,
lo que quiso,
esa sopa de estrellas y letras que infatigable comerá
en numerosas mesas de variados hoteles,
la misma sopa, pobre tipo,
hasta que el pescadito intercostal
se plante y diga basta.
Antes, después
como los juegos al llanto
como la sombra a la columna
el perfume dibuja el jazmín
el amante precede al amor
como la caricia a la mano
el amor sobrevive al amante
pero inevitablemente
aunque no haya huella ni presagio
aunque no haya huella ni presagio
como la caricia a la mano
el perfume dibuja el jazmín
el amante precede el amor
pero inevitablemente
el amor sobrevive al amante
como los juegos al llanto
como la sombra a la columna
como la caricia a la mano
aunque no haya huella ni presagio
el amante precede al amor
el perfume dibuja el jazmín
como los juegos al llanto
como la sombra a la columna
el amor sobrevive al amante
pero inevitablemente
No importa a dónde vayas, nunca olvides de dónde vienes. Al leer este poema, imagine a quien emigra y se olvida de sus costumbres para adoptar otras, algo muy típico en los ecuatorianos. Mucho se habla de los que regresan de la madre patria y hablan como españoles o de los que se van a la Johnny y ya no se acuerdan del castellano. Más allá de enfocarlo con un problema de migración, me gustaría asociar esta poesía con otra realidad: el dinero.
Me pregunto ¿Cuantas serán las personas que realmente deciden vivir en otro país solo por que les gusta? Nadie viaja solo porque el otro lugar es más bonito, interesante, porque la gente es más guapa o por que las calles son más limpias.Todo esta relacionado con el dinero y el estatus. Me encanta la primera estrofa en la que Cortázar dice: “Ese que sale de su país porque tiene miedo, no sabe de que, miedo del queso con ratón, de la cuerda entre los locos…”, porque me hace sentir que las típicas razones que escucho a diario como “En este país no se puede”, “no hay oportunidades”, “no hay gente capaz” o “nunca va a cambiar”, son solamente excusas para dejar un lugar, cambiar de estatus facilmente, crecer económicamente limpiando pisos y nunca volver. Afrontémoslo, el que se va generalmente no lo hace para regresar al país y aportar, si no para que el país se siga jodiendo solo mientras que uno gana bien afuera y se saca los problemas de encima.
No veo mal a quienes buscan una mejor vida fuera, incluso no veo mal a quienes adoptan otros acentos o adoptan otro ritmo de vida porque despues de todo, la costumbre puede con todo. Pero sí critico abiertamente a quienes predican que un país es una mediocridad y no buscan cambiarlo; a quienes no buscan avanzar y que se conforman con hacer las mismas actividades fuera solo por mil latas más; a quienes sientes verguenza de venir de donde vienen; a quienes agachan la mirada diciendo “soy de ecuador” porque ahora es rico y su país es de pobres; a quienes “tienen amigos que no saben su historia provinciana, ridícula y casera” y a quienes se creen ya de otro lugar solo porque vivieron mucho tiempo en él, pero sobre todo, a los que mucho tienen y no recuerdan que poco tuvieron.
Al final no importará jamás cuanto tiempo lleves fuera de aquí, ni cuanto hayas ahorrado ni con quien te hayas casado, un mismo espejo es todos los espejos, o tu pasaporte miente?
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