martes, 19 de agosto de 2014

Federico García Lorca ― “Casida de la mano imposible”

Yo no quiero más que una mano,
una mano herida, si es posible.
Yo no quiero más que una mano,
aunque pase mil noches sin lecho.

Sería un pálido lirio de cal,
sería una paloma amarrada a mi corazón,
sería el guardían que en la noche de mi tránsito
prohibiera en absoluto la entrada a la luna.

Yo no quiero más que esa mano
para los diarios aceites y la sábana blanca de mi agonía
Yo no quiero más que esa mano
para tener un ala de mi muerte.

Lo demás todo pasa.
Rubor sin nombre ya, astro perpetuo.
Lo demás es lo otro; viento triste,
mientras las hojas huyen en bandadas.

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lunes, 18 de agosto de 2014

Emilio Prados ― “Llegada”

A Federico García Lorca

Alamedas de mi sangre.
¡alto dolor de olmos negros!
¿Qué nuevos vientos lleváis?
¿Qué murmuran vuestros ecos?
¿Qué apretáis en mi garganta
que siento el tallo del hielo
aún más frío que la muerte
estrangular mi deseo?
¿Qué agudo clamor de angustia
rueda corazón adentro,
golpe a golpe retumbando
como campana de duelo,
ahuecándome las venas,
turbando mi pensamiento,
prendiendo mis libres ojos,
segando mi vista al viento?
¿Qué rumor llevan tus hojas
que todo mi cuerpo yerto
bajo sus dolientes ramas,
ni duerme ni está despierto,
ni vivo ni muerto atiende
a la voz de ningún dueño,
que va como un río sin agua
andando en pie por un sueño?
Con cinco llamas agudas
clavadas sobre su pecho.
sin pensamiento y sin sombra,
vaga con temblor de espectro
por ciudades y jardines,
al mar libre y en los puertos,
triste pájaro sin alas
acribillado a luceros.

Alamedas de mi sangre,
decid, ¿qué amargo secreto
mordió las sanas raíces
que os dan vida y movimiento?

Vine de Málaga roja.
De Málaga roja vengo.
Vine lleno de banderas
y toda la sangre ardiendo.
Llegué a Madrid perseguido
de enemigos pensamientos,
aun con rumores de lucha
y con zumbidos de truenos:
más de mil brazos traía
alrededor de mi cuerpo,
saludando mi alegría,
desatando mi silencio.

Amigos, vengo de Málaga;
aún me huele a sal el sueño,
me huele a pescado y gloria,
a espuma y a sol de fuego.
Mucho que contaros traigo,
mucho que contar y bueno.
Amigos, os hallé a todos
alegres en vuestros puestos.
¿En dónde está Federico?
A él sólo de menos echo
y a él tengo más que contarle;
mucho que contarle tengo.
¿En dónde está Federico?
Sólo responde el silencio.

Un temor se va agrandando,
temor que encoge los pechos.
De noche los olivares
alzan los brazos gimiendo;
la luna lo anda buscando
rodando, lenta, en el cielo;
la sangre de los gitanos
lo llama abierta en el suelo;
más gritos lleva la sombra
que estrellas el firmamento;
las madrugadas preguntan
por él, temblando de miedo.
¡Qué gran tumba esta distancia
que calla su hondo misterio!

Vengo de Málaga roja,
de Málaga roja vengo;
levántate, Federico,
álzate en pie sobre el viento,
mira que llego del mar,
mucho que contarte tengo.
Málaga tiene otras playas
y grandes peces de acero,
con mil ojos vigilantes
defienden, firmes, su puerto.
¿En dónde estás, Federico?
Yo este rumor no lo creo.

Yo este rumor no lo creo.
¡Cómo me duelen las balas
que hoy circundan tu recuerdo.
¡Cómo me duelen las balas
que hoy circundan tu recuerdo!

Desde Málaga a Granada
rojos pañuelos al cuello,
gitanos y pescadores
van con anillos de hierro;
sortijas que envía la muerte
a tus negros carceleros.

Aguárdame, Federico;
mucho que contarte espero...

Entre Málaga y Granada
una barrera de fuego.

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domingo, 17 de agosto de 2014

''Tango argentino'' • Tango 1929

Música: Juan Maglio
Letra: Alfredo Bigeschi

Es hijo malevo, tristón y canyengue,
nació en la miseria del viejo arrabal,
su primer amigo fue un taita de lengue,
su novia primera vestía percal.
Recibió el bautismo en una cortada
y fue su padrino un taita ladrón.
Se ganó el cariño de la muchachada,
que en una quebrada le dio el corazón.

Tango argentino.
¡Sos el himno del suburbio
y en jaranas o disturbios,
siempre supiste tallar!
¡Y en los patios,
con kerosén alumbrados,
los taitas te han proclamado
el alma del arrabal!

De tus buenos tiempos aún hoy palpitan,
"El Choclo", "Pelele", "Tatita", "El Caburé",
"La Morocha", "El Catre" y "La Cumparsita",
aquel "Entrerriano" y el "Sábado Inglés".
Inútil que quieran cambiarte de rango
y en la aristocracia te mezclen con jazz,
en tu inconfundible rareza de tango,
se pinta la historia del viejo arrabal.

¡Tango argentino!
El de cortes compadrones,
rezongos de bandoneones
y sollozos de violín
¡Tango argentino!
Admirado en todas partes
y como bueno triunfaste
en Europa como aquí.

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Sombras... Nada más! • Tango 1943

Música: Francisco Lomuto
Letra: José María Contursi

Quisiera abrir lentamente mis venas...
Mi sangre toda vertirla a tus pies...
para poderte demostrar
que más no puedo amar
y entonces... Morir después.
Y sin embargo tus ojos azules,
¡azul que tienen el cielo y el mar!
viven cerrados para mí
sin ver que estoy así...
¡Perdido en mi soledad!

¡Sombras, nada más,
acariciando mis manos!
¡Sombras, nada más,
en el temblor de mi voz!
Pude ser feliz
y estoy en vida muriendo
y entre lágrimas viviendo
los pasajes más horrendos
de este drama sin final...
¡Sombras, nada más,
entre tu vida y mi vida...
Sombras, nada más,
entre mi amor y tu amor!

Qué breve fue tu presencia en mi hastío,
qué tibias fueron tu mano y tu voz.
Como luciérnaga llegó
tu luz y disipó
las sombras de mi rincón...
Y me quedé como un duende, temblando
sin el azul de tus ojos de mar,
que se han cerrado para mí
sin ver que estoy así...
¡Perdido en mi soledad!

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sábado, 16 de agosto de 2014

Pablo Neruda ― Poema 5 // Poème V

Para que tú me oigas
mis palabras
se adelgazan a veces
como las huellas de las gaviotas en las playas.
Collar, cascabel ebrio
para tus manos suaves como las uvas.
Y las miro lejanas mis palabras.
Más que mías son tuyas.
Van trepando en mi viejo dolor como las yedras.
Ellas trepan así por las paredes húmedas.
Eres tú la culpable de este juego sangriento.
Ellas están huyendo de mi guarida oscura.
Todo lo llenas tú, todo lo llenas.
Antes que tú poblaron la soledad que ocupas,
y están acostumbradas más que tú a mi tristeza.
Ahora quiero que digan lo que quiero decirte
para que tú las oigas como quiero que me oigas.
El viento de la angustia aún las suele arrastrar.
Huracanes de sueños aún a veces las tumban
Escuchas otras voces en mi voz dolorida.
Llanto de viejas bocas, sangre de viejas súplicas.
Ámame, compañera. No me abandones. Sígueme.
Sígueme, compañera, en esa ola de angustia.
Pero se van tiñendo con tu amor mis palabras.
Todo lo ocupas tú, todo lo ocupas.
Voy haciendo de todas un collar infinito
para tus blancas manos, suaves como las uvas.

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Poème V

Pour que tu m'entendes mes mots parfois s'amenuisent
comme la trace des mouettes sur la plage.

Collier, grelot ivre
pour le raisin de tes mains douces.

Mes mots je les regarde et je les vois lointains.
Ils sont à toi bien plus qu'à moi.
Sur ma vieille douleur ils grimpent comme un lierre.

Ils grimpent sur les murs humides.
Et de ce jeu sanglant tu es seule coupable.

Ils sont en train de fuir de mon repaire obscur.
Et toi tu emplis tout, par toi tout est empli.

C'est eux qui ont peuplé le vide où tu t'installes,
ma tristesse est à eux plus qu'à toi familière.

Ils diront donc ici ce que je veux te dire,
et entends-les comme je veux que tu m'entendes.

Habituel, un vent angoissé les traîne encore
et parfois l'ouragan des songes les renverse.

Tu entends d'autres voix dans ma voix de douleur.
Pleurs de lèvres anciennes, sang de vieilles suppliques.

Ma compagne, aime-moi. Demeure là. Suis-moi.
Ma compagne, suis-moi, sur la vague d'angoisse.

Pourtant mes mots prennent couleur de ton amour.
Et toi tu emplis tout, par toi tout est empli.

Je fais de tous ces mots un collier infini
pour ta main blanche et douce ainsi que les raisins

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viernes, 15 de agosto de 2014

Rainer María Rilke ― “Un día tomé entre mis manos…”

Un día tomé entre mis manos
tu rostro. Sobre él caía la luna.
El más increíble de los objetos
sumergido bajo el llanto.
Como algo solícito, que existe en silencio,
tenía que durar casi como una cosa.
y con todo nada había en la fría noche
que más infinitamente se me escapara.
Oh, porque desembocamos en estos lugares,
se apresuran hacia la pequeña superficie
todas las ondas de nuestro corazón,
voluptuosidad y desfallecimiento,
y al fin, ¿a quién ofrecemos todo esto?
Ay, al extraño, que nos ha malentendido,
ay, a aquel otro, que nunca hemos encontrado,
a aquellos siervos, que nos han maniatado,
a los vientos de primavera, que se han desvanecido,
ya la quietud, la perdedora.

(Versión de Jaime Ferrero Alemparte)

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